El rey lo lamentó. - Fue la última lucha de conciencia. En ese momento debió de venir a su mente su pasada reverencia por el profeta, la alegría que durante un tiempo había acompañado los esfuerzos por una vida mejor, posiblemente los consejos de su hermano adoptivo Manaen. Si sólo hubiera existido la influencia personal de Herodías, éstos podrían haber prevalecido contra ella, pero, como la mayoría de los hombres débiles, Herodes temía que se lo considerara débil.

No era tanto su consideración por el juramento que había hecho (que, de haberlo hecho en secreto, podría haberlo superado), sino su retroceso ante la burla, o la broma susurrada, o el gesto despectivo de los invitados reunidos, si lo vieran apartarse de su palabra prometida. Una falsa consideración por la opinión pública, por lo que la gente dirá o pensará de nosotros en nuestro propio círculo estrecho, fue en este, como en tantos otros casos, un incentivo para la culpa en lugar de una moderación.

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