Acuérdate de mí, Dios mío, para siempre. - Con estas palabras Nehemías abandona la escena, entregándose y cumpliendo su deber con el Juez Justo. Su fidelidad concienzuda lo había llevado a chocar no solo con enemigos externos sino con muchos de sus propios hermanos. Su reforma rigurosa ha sido atacada por muchos moralistas y comentaristas de todas las épocas. Pero en estas palabras lo encomienda todo a Dios, por así decirlo por anticipación. - Se puede agregar que con estas palabras terminan los anales de la historia del Antiguo Testamento.

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