CAPÍTULO XXIV

Terribles juicios inminentes sobre el pueblo de Dios, 1-4.

Enumeración particular de las horribles impiedades que provocaron

la venganza divina, 5, 6.

Gran miseria política de los transgresores, 7-12.

Las calamidades serán tan grandes que sólo un pequeño remanente

quedará en la tierra, como si fueran las espigas de la cosecha, 13.

El resto, esparcido por los diversos países, difundirá allí

el conocimiento de Dios, 14-16.

Fuertes figuras con las que se expone la gran aflicción y el largo cautiverio

de los transgresores, 17-22.

Graciosa promesa de una redención del cautiverio; y de una

extensión del reino de Dios en los últimos días, acompañada

con circunstancias tan gloriosas que eclipsan totalmente la

luz y esplendor de la dispensación anterior, 23.
 

Desde el capítulo trece hasta el veintitrés inclusive, se denuncia el destino de varias ciudades y naciones: de Babilonia, de los filisteos, Moab, Damasco, Egipto, Tiro. Después de haber predicho la destrucción de las naciones extranjeras, enemigas de Judá, el profeta declara los juicios inminentes sobre el propio pueblo de Dios por su maldad y apostasía, y la desolación que se traerá sobre todo su país.

El capítulo veinticuatro y los tres siguientes parecen haber sido pronunciados más o menos al mismo tiempo: antes de la destrucción de Moab por Salmanasar; véase  Isaías 25:10 ,

por consiguiente, antes de la destrucción de Samaria; probablemente al principio del reinado de Ezequías. Pero en cuanto al tema particular del capítulo veinticuatro, los intérpretes no están de acuerdo: algunos lo refieren a la desolación causada por la invasión de Salmanasar; otros a la invasión de Nabucodonosor; y otros a la destrucción de la ciudad y la nación por los romanos. Vitringa es singular en su opinión, que lo aplica a la persecución de Antíoco Epífanes. Tal vez se refiera a las tres grandes desolaciones del país: la de Salmanasar, la de Nabucodonosor y la de los romanos; especialmente a esta última, a la que algunas partes pueden parecer más peculiarmente aplicables. Sin embargo, el profeta emplea principalmente imágenes generales, tales como establecer la grandeza y universalidad de la ruina y la desolación que se va a traer sobre el país por estas grandes revoluciones, que implican todos los órdenes y grados de los hombres, cambiando por completo la faz de las cosas, y destruyendo toda la política, tanto religiosa como civil; sin entrar en circunstancias minuciosas, o necesariamente restringirlo por marcas particulares a un gran evento, exclusivo de otros de la misma clase. - L

NOTAS SOBRE EL CAP. XXIV

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