Versículo Job 34:28 . Para que provoquen el clamor de los pobres. Eran crueles y opresores: los pobres clamaban por sus angustias y contra sus opresores, y Dios escuchaba el clamor de los pobres. Nada tan terrible aparece en la corte del cielo contra un hombre de poder insensible, de corazón duro y cruel, como las oraciones, las lágrimas y los gemidos de los pobres.

En tiempos de poca liberalidad, cuando algunos hombres pensaban que hacían un servicio a Dios persiguiendo a los que no recibían exactamente su credo, ni adoraban a Dios a su manera, cierto gran hombre en Escocia persiguió penosamente a sus inquilinos, porque tenían reuniones religiosas en casas privadas fuera del orden del establecimiento; aunque nunca los molestó cuando gastaban su tiempo y su dinero en la cervecería. Una mujer santa y sencilla, una de esas personas, fue una mañana a la casa del gran perseguidor, y deseó hablar con él. El criado deseaba conocer su mensaje, y él se lo entregaría, pues no podía ser admitida. Ella le dijo que no podía entregar su mensaje a nadie más que a su señor; dijo que era un asunto de gran importancia, y que le concernía íntimamente, y a solas. El criado le entregó el mensaje y le dijo que la mujer parecía tener algo especial en mente, por lo que su señoría se dignó a verla. "¿Qué es lo que quiere de mí?", le dijo con un tono altivo y prepotente. A lo que ella respondió: "Señor, somos un puñado de gente sana en ___, que nos esforzamos por servir a Dios de acuerdo con nuestra conciencia, y por salvar nuestras vidas: nos perseguís; y he venido a rogaros que nos dejéis vivir, y si no lo hacéis,  rezaremos para que muráis". Esta retórica era irresistible. Su señoría no sabía qué influencia podrían tener tales personas en el cielo; no le gustaba poner a prueba tales oraciones; sabiamente siguió el consejo de la anciana, y finalmente los dejó marchar. Él estaba a salvo; ellos estaban satisfechos; y Dios tenía la gloria. Cuando los pobres refieren su causa a Dios, éste es un vengador terrible. Que los alfareros se peleen con los alfareros de la tierra; pero ¡ay del hombre que pleitea con su Hacedor!

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