Verso Lucas 20:46. Cuídate de los escribas... Mirad que no os dejéis seducir por los que os mostrarán el camino de la salvación. Ver en Mateo 23:4.

1. Cómo se puede suponer que la antigua Iglesia judía no tenía una noción clara de la resurrección de los muertos, me resulta verdaderamente sorprendente. La justicia de Dios, tan peculiarmente visible bajo el antiguo pacto, podría haber llevado al pueblo a inferir que debía haber una resurrección de los muertos, si incluso el pasaje al que nuestro Señor se refiere no hubiera formado parte de su ley. Como el cuerpo forma parte del hombre, la justicia exige que no sólo los mártires por el testimonio de Dios, sino también todos los que han dedicado su vida a su servicio y han muerto en su yugo, resuciten sus cuerpos. La justicia de Dios está tan implicada en la resurrección de los muertos como su poder o su misericordia. Ser liberado de las incumbencias terrenales, de las pasiones terrenales, de las dolencias corporales, de la enfermedad; y de la muerte, ser llevado a un estado de existencia consciente, con un cuerpo perfeccionado y un alma sublime, ambos inmortales, y ambos inefablemente felices - ¡qué glorioso privilegio! Pero de esto, ¿quién será considerado digno en ese día? Sólo aquellos que hayan lavado sus ropas, y las hayan emblanquecido en la sangre del Cordero, y que, perseverando pacientemente en el bien hacer, hayan buscado la gloria, el honor y la inmortalidad.

2. El mal ejemplo, apoyado en la autoridad, reputación y majestad de la religión, es un veneno muy sutil, del que es muy difícil que los hombres se preserven. Es una gran desgracia para cualquier pueblo verse obligado a cuidarse de aquellas mismas personas que deberían ser su norma y modelo. Esta es una reflexión del piadoso Padre Quesnel; y, aunque admiramos su profundidad, podemos lamentar justamente que el mal al que se refiere sea tan frecuente como para hacer tan necesaria la observación y la precaución en que se basa. Pero que nadie imagine que los ministros malos e inmorales se encuentran entre una sola clase de personas. Se encuentran tanto en las ramas como en la raíz: en las diferentes sectas y partidos, así como en las Iglesias madre o nacionales, de las que las otras se han separado. En ambas partes hay poco espacio para gloriarse. - Los profesores y los ministros pueden cambiar, pero la verdad del Señor permanece para siempre.

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