Verso 30. ¿A qué compararemos el reino de Dios?  ¡Qué amable es este cuidado de Jesús! ¡Qué instructiva para los predicadores de su palabra! No se preocupa de buscar giros finos de elocuencia para encantar las mentes de sus oyentes, ni de hacer descripciones y comparaciones que puedan sorprenderlos: sino que sólo estudia para hacerse entender; para instruir con ventaja; para dar ideas verdaderas de fe y santidad; y para encontrar expresiones que puedan hacer que las verdades necesarias sean fáciles e inteligibles para las capacidades más mezquinas. La misma sabiduría de Dios parece no encontrar expresiones lo suficientemente bajas para las lentas apreciaciones de los hombres. ¡Cuánta torpeza y estupidez tiene la criatura! ¡Qué sabio y bueno es el Creador! Y qué necio es el predicador que utiliza en su predicación palabras finas y duras, que, aunque admiradas por los superficiales, no transmiten ninguna instrucción a la multitud.

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