Y David se angustió mucho; porque el pueblo hablaba de apedrearle, porque el alma de todo el pueblo estaba entristecida, cada uno por sus hijos y por sus hijas; pero David se animó en el SEÑOR su Dios.

(d) Así vemos que en la angustia y la adversidad no consideramos la providencia de Dios, sino que, como bestias furiosas, olvidamos nuestro propio deber y despreciamos el nombramiento de Dios sobre nosotros.

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