Bendice, alma mía, al SEÑOR. Oh SEÑOR, Dios mío, tú eres muy grande; estás (a) vestido de honor y majestad.

(a) El profeta muestra que no necesitamos entrar a los cielos para buscar a Dios, ya que todo el orden de la naturaleza, con la propiedad y la ubicación de los elementos, son espejos vivientes para ver su majestad.

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