El alcance de este salmo, tomado en su totalidad, es celebrar las alabanzas de Jehová, y especialmente en su pacto de amor por sus redimidos. Por tanto, debe ser alabado por las glorias de su propio nombre, por sus misericordias en la creación, en la redención, en la providencia y en la gracia. Estos actos gloriosos del Señor serán proclamados en toda la tierra, para que se regocije todo el mundo gentil; y ciertamente se regocijarán los que buscan al Señor.

Luego vienen las alabanzas de su nombre por su pacto de amor y misericordia, del cual siempre había estado atento, y por el cual ha demostrado su fidelidad. Las misericordias de la redención en Egipto vienen a continuación, en este dulce cántico, para ser celebrado: cuando la gente era poca, y esos pocos extraños; sin embargo, tal era el amor de Jehová, que no se permitió que nadie hiciera daño a sus redimidos. De modo que el Salmo llama a todos los redimidos a este servicio, y ese día a día.

Este es un pensamiento dulce, porque la salvación siempre se considera en la iglesia con la mirada puesta en Cristo. Y cuando el Salmo había llamado así a Israel de una manera más eminente y exaltada, toda la creación está invitada a unirse al coro universal; y finalmente todos cantan en voz alta, Amén. Debe haber sido un espectáculo muy interesante haber estado presente en tal solemnidad. Los instrumentos usados ​​en esta ocasión se adecuaban a la dispensación en la que se encontraba la iglesia en ese entonces.

Pero no encuentro autoridad en nuestra dispensación del Nuevo Testamento para tales cosas. Más bien temo que, si los hombres fueran fieles a sus principios, las almas bondadosas no podrían estar complacidas con su uso. Nunca se encontraron (me atrevo a creer) los medios para llevar el corazón a Dios; pero me atrevo a afirmar que en innumerables ocasiones han alejado el corazón de Dios. La armonía de los órganos, flautas y violines puede ser adecuada para las ordenanzas carnales; pero los que adoran a Dios en espíritu, sólo necesitan la guía del Espíritu para adorar a Dios en espíritu y en verdad.

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