REFLEXIONES

De la lectura de este Capítulo, los ministros de Jesús pueden derivar, bajo la enseñanza de su Espíritu, dulce instrucción, para mostrar con qué vigilancia se espera que permanezcan como porteros en su puesto. Seréis nombrados (dice el profeta) sacerdotes del Señor. Los hombres os llamarán ministros de nuestro Dios. Colocados a las puertas de la casa de Jesús, qué ojo de vigilancia debe estar abierto a todos los que están por entrar; para observar su andar, su vida, su conversación, su objeto, su búsqueda, su diseño. Y cómo mirar y notar los acercamientos del enemigo, para defender la verdad del error y retener los pies de los que mantienen la verdad con injusticia.

Por el carácter y los oficiales representados aquí bajo el nombre de tesoreros, cuán dulcemente son los escribas en el evangelio, que están bien instruidos, enseñaron la necesidad de sacar del tesoro del evangelio al pueblo, cosas nuevas y viejas. Jesús le confió el encargo de su santa palabra, sus ordenanzas y todas sus preciosas verdades a modo de instrumento; ¡Oh! Cuán hermoso es el oficio de los que, desde su inagotable Alfolí, llevan continuamente al pueblo las inescrutables riquezas de Cristo. Pero por el contrario, qué espantoso abuso de su oficio hacen los que se predican a sí mismos, en lugar de a Cristo Jesús el Señor.

Y que todos los oficiales, jueces y magistrados, de este dulce capítulo, aprendan también que dado que el servicio del templo con todos sus apéndices fue designado así, cuán necesario debe ser manifestar que no llevan la espada en vano, sino por un sabio y la administración imparcial, se consideran dignos de doble honor.

¡Señor Jesus! Da gracia a todos tus siervos en las diversas ordenaciones de tu servicio, para que todos, con un solo ojo a tu gloria, promuevan tu bendita causa y hagan avanzar la salvación de tu pueblo.

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