REFLEXIONES

¿Quién puede leer un pasaje de las Escrituras sobre el sacerdocio sin que su corazón sea conducido en secreto y dulcemente a contemplar al Señor Jesús en su oficio sacerdotal? ¿Quién puede contemplar a los hijos de Leví como ofrenda al Señor como ofrenda en justicia, sin relacionarla con la representación gloriosa de Aquel que hizo de su alma una ofrenda por el pecado, para que su pueblo fuera hecho justicia de Dios en él? ¿Quién podría mirar a Leví oa cualquiera de su orden con sus vestiduras sacerdotales, y pasar por alto a Jesús allí representado: que lleva una vestidura teñida en sangre y vive siempre para interceder por su pueblo?

¡Granizo! Sacerdote Todopoderoso de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Vemos en ellos que la ley hizo sumos sacerdotes a hombres que tenían debilidad: Pero tú, oh bendito Jesús, fuiste consagrado con juramento, por Aquel que juró y no se arrepentirá, que eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec. Señor, ayúdame a pasar por debajo de tu incensario, a interesarme en tu ofrenda, en tu sangre, en tu sacrificio.

Toma, bendito Jesús, mi causa, mi persona, mi pobre ofrenda, todo lo que tengo y todo lo que soy, en tus propias manos bondadosas, y déjame ser presentado en tu ofrenda más preciosa. Estoy seguro de que estaré eterna y eternamente seguro, porque tú siempre vives para interceder por los pecadores; y estoy seguro de que puedes, y quieres, salvar todo lo que por ti viene a Dios, ya que con la única ofrenda de ti mismo ofrecido una vez, has perfeccionado para siempre a los santificados.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad