REFLEXIONES

MIENTRAS leo acerca de las miserias de la guerra, y veo en la sucesión de reyes, como lo que se representa aquí en este capítulo, uno levantándose para la destrucción de otro; Cuán dulce y gracioso es para mi mente un alivio al contemplar a aquel de quien el profeta, envejecido antes de su llegada, predijo deliciosamente los rasgos de su carácter; He aquí que un rey reinará con justicia, y príncipes gobernarán con juicio. Y el hombre será como escondite del viento; y un encubierto de la tempestad; como ríos de agua en un lugar seco; como sombra de gran peña en tierra fatigada.

¡Todo esto, e infinitamente más, bendito Jesús, eres tú para tu pueblo! En verdad eres un rey bajo cuyo gobierno tus felices súbditos viven en paz y seguridad eterna. Y tú eres escondite y escondite; un santuario y refugio; fuente de aguas, sí, aguas vivas, y arroyos del Líbano.

En ti, y bajo tu reino de gracia, cualquier enemigo que surja, aligeras todas nuestras batallas y haces a tu pueblo más que vencedores por tu gracia que los capacita. Y ¡oh! cuando considero cuán secreta y segura en la unión con tu persona, y en virtud de tu redención consumada, tus súbditos están eternamente a salvo de todas las posibilidades de peligro; ¡Cómo se regocija mi alma y se alegra mi corazón!

¡Sí! bendito Jesús! Puedo hablar a mi alma, y ​​de hecho lo hago, con las dulces palabras de tu profeta, y participar de corazón en la iglesia de antaño de todas sus benditas propiedades; Canta, hija de Sion; da voces de júbilo, Israel; alégrate y regocíjate de todo corazón, hija de Jerusalén. El Señor ha quitado tus juicios; ha echado fuera a tu enemigo. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti; no verás más el mal.

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