PRIMER LIBRO DE LOS REYES

COMUNMENTE LLAMADO

EL TERCER LIBRO DE LOS REYES

OBSERVACIONES GENERALES.

NOSOTROS no podemos con mayor certeza que una mera opinión, determinar con qué instrumento estamos en deuda por este y el siguiente libro de los Reyes. Generalmente se ha supuesto que algunos de los escribas de las respectivas edades de la Iglesia compilaron esas historias. Pero no hay certeza al respecto. Pero aunque nos quedamos con meras conjeturas acerca del escritor, no puede haber ninguna acerca de la autenticidad o autoridad divina de esos sagrados Libros de Dios. Porque además de la parte histórica, hay muchos pasajes dulces aquí y allá atesorados en ellos, que imprimen su verdad y muestran el sello del Espíritu sobre ellos.

Este libro de los Reyes, y también el segundo, que no es más que una continuación del mismo, contienen la historia de la Iglesia y la nación judía desde el final del reinado de David hasta la destrucción del templo de Salomón, que comprende un período de algo más de cuatro años. Ciento treinta años, comenzando alrededor de 1016 años antes de la venida de Cristo, y terminando con el comienzo de la cautividad babilónica.

El reinado de Salomón comprendió un período de unos cuarenta años. Después de la división del reino en el reinado siguiente de Roboam, el reino de Israel, que forma una sola rama, continuó bajo el gobierno sucesivo de diecinueve reyes; y el reino de Judá, la otra rama, bajo el gobierno del mismo número de reyes. Pero lo que se vuelve más inmediatamente interesante en los anales de esos diferentes monarcas, es la marcada atención que siempre ha prestado el historiador sagrado, en la preservación de la genealogía de Cristo. Los profetas Elías y Eliseo, en su respectivo ministerio, forman una parte muy interesante en estos dos libros de los reyes.

Solo le ruego al lector aquí, en la apertura de este libro de los Reyes, que esté continuamente atento a lo que el Espíritu Santo le está enseñando a la iglesia en él acerca de Jesús y su evangelio. Cuanto más ocultos y oscuros sean estos preciosos temas, con más seriedad debería ser invocada nuestra diligencia en la investigación. Será una gran recompensa trabajar si, por medio de la enseñanza divina, somos capacitados para descubrir lo que se enseñó a la iglesia en aquellos períodos distantes acerca de la persona y misión del Señor Jesucristo.

Confía en ello, lector, en ninguna época de la iglesia el Señor se ha dejado a sí mismo sin testimonio de que las Escrituras dan testimonio de él. Concédete, bendito Espíritu, en esta obra de tu misericordia de glorificar, tomar de las cosas que están aquí de Jesús, y mostrarlas tanto al Escritor como al Lector. La bendición que te imploramos, oh Señor, en esta ocasión, es que se nos dé un espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de él; para que nuestra alma, por la fe, tenga una comprensión clara de las cosas que Dios nos ha dado gratuitamente.

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