REFLEXIONES

¡LECTOR! fíjense en mí, el terrible estado de una mente no renovada en la conducta de Saulo. Ninguna situación, ninguna providencia, por más próspera que sea, en sí misma; ninguna elevación de rango o poder puede producir verdadero consuelo o felicidad, mientras el corazón permanezca carnal y no regenerado por la gracia. El Señor le había dado a Saúl un reino, y el Señor lo había apartado de la persecución de los asnos de su padre, a la persecución del gobierno; pero Saulo, aunque era otro hombre, como lo llama la Escritura, en las cosas externas, seguía siendo el mismo en cuanto a piedad vital.

Aprenda aquí, lector, que no es un cambio de lugar, rango o circunstancias lo que vale para algo; sino el vestirse del viejo que está corrompido, conforme a las pasiones engañosas, y el ser renovado en el espíritu de la mente; y el vestirse del nuevo hombre, que según Dios, es creado en justicia y verdadera santidad.

¡Precioso Jesús! concédeme la gracia de aprender una vez más de aquí, en vista de la profanación de Saúl de tu oficio sacerdotal, cuán infinitamente importante debe ser la vista de tu ofrenda y el sacerdocio únicos a los ojos de Jehová; ¡Y cuán regocijada debe estar mi alma al refugiarse bajo tu santo incensario! ¡Sí! querido Señor! tú, y solo tú, eres sacerdote para siempre, por juramento, y por la solemne inauguración de tu Dios y Padre.

Tomado de entre los hombres, en lo que respecta a tu hombría, fuiste llamado a este oficio desde toda la eternidad. Y en lo que se refiere a tu poder eterno y Deidad, tus propias gloriosas perfecciones y atributos se convierten en el altar de oro, en el cual, y de donde, la eficacia salvífica de todo el sacerdocio deriva su importancia. De ambos, que mi alma encuentre consuelo y confianza continuos. Nunca, como Saúl, puedo traer mis pobres ofrendas, o mis fantasías ofrendas de paz, sin tener en cuenta tu precioso y todo suficiente sacrificio: porque solo tú, querido Señor, puedes hacer, o ha hecho, nuestra paz en la sangre de la cruz.

Buscar la aceptación de otra manera, aunque con los ritos más costosos, como hizo Saúl, es mostrar desprecio por tu persona, tu sangre y tu justicia consumada; e invocar la venganza del cielo. Pero mientras, a través de la influencia del Espíritu Santo, mi alma está capacitada para mirarte fijamente y confiar en tu preciosa sangre y sacrificio, todo expiatorio, para ser aceptado por Dios y el Padre; dejar. Yo, bendito Jesús, todos los días y todos los días, ven continuamente en tu nombre y justicia, confiadamente al trono de la gracia, para hallar misericordia y gracia para ayudar en todo momento de necesidad.

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