(19) Entonces Saúl envió mensajeros a Isaí, y dijo: Envíame a David tu hijo, que está con las ovejas. (20) Entonces Isaí tomó un asno cargado de pan, un odre de vino y un cabrito, y los envió por medio de David su hijo a Saúl. (21) Y vino David a Saúl, y estuvo delante de él, y lo amó mucho; y se convirtió en su escudero. (22) Y Saúl envió a Isaí, diciendo: Te ruego que David esté delante de mí; porque ha hallado gracia ante mis ojos.

(23) Y sucedió que cuando el espíritu maligno de Dios estaba sobre Saúl, David tomó un arpa y tocó con su mano; entonces Saúl se tranquilizó y se recuperó, y el espíritu maligno se apartó de él.

Creo que es más que probable que Saúl no tuviera conocimiento en ese momento de que Samuel había ungido a David como su sucesor en el reino. Tampoco concibo que la familia de Isaí entendiera completamente el significado de la visita de Samuel. En verdad se dice que Samuel lo ungió en medio de sus hermanos. Pero, ¿no podría suponerse (como bien dirán las palabras) de entre sus hermanos: es decir, quizás lo llevaron a otro apartamento en privado; por lo que ni Isaí ni sus hijos sabían más en el presente, que Samuel había notado particularmente a David.

No pretendo decir que así fue. Pero como los temores de Samuel, a causa de Saúl, fueron anulados por el Señor permitiéndole cubrir el plan principal de la visita a Isaí, diciéndole que había venido para sacrificar: y como Eliab, como aparece en el próximo capítulo, (véase el versículo 28) cuando David vino a visitar a sus hermanos en el campamento, no se dio cuenta, sino que, por el contrario, reprendió a David por su supuesto orgullo: y como Saúl recibió a David con tanta bondad y lo amó tanto: estos Tomadas las circunstancias en conjunto, me veo llevado a pensar que la unción de David (o al menos el significado de la misma era conocida solo por Samuel y él mismo.

Él en verdad no podía dejar de saberlo, porque desde ese momento, se nos dice, el Espíritu del Señor vino sobre él. ¡Lector! es precioso rastrear la temporada de regeneración del Espíritu, desde su obra de gracia en el corazón. Este dulce fervor del Espíritu, es lo que Pablo llama, el sello de la herencia prometida. Efesios 1:13 .

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