REFLEXIONES

¡OBSERVA, alma mía, en la historia de este capítulo, las terribles consecuencias del pecado! Qué breve triunfo tuvo Ocozías. La vida no es más que un año, y cuando ese año se pasa en el pecado y la locura, ¿qué vida miserable se hace de ella? ¡Cuán espantosas son las consecuencias que surgen de alianzas impropias e irreligiosas! Pero, ¡qué benditos efectos han tenido lugar en la unión de Jesús con nuestra naturaleza y en su desposorio con su pueblo! Nuestra alianza con personas descorteses o en familias seguramente traerá innumerables males.

Pero el Señor Jesús, condescendiendo en unirnos a Él, nos ha introducido en el estado más feliz, la maravilla de los ángeles y la admiración de un mundo congregado para siempre. ¡Oh! Querido Señor, rompe para siempre, en mi alma, todas las afinidades y relaciones que puedan tender a interrumpir mi gozo y felicidad contigo, y toma toda la posesión de mi corazón, y reina y gobierna allí con un dominio sin igual. Yo soy de mi amado y su deseo es para conmigo.

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