REFLEXIONES

¡LECTOR! En vista de esta Pascua y de la observancia religiosa de la misma por todo el reino de Judá, que usted y yo aprendamos a valorar nuestros privilegios evangélicos. Ellos tenían la sombra, nosotros tenemos la sustancia. Esperaban cosas buenas por venir; celebramos misericordias cumplidas. Miraron a través de la pascua a la redención por la sangre de Jesús; conmemoramos en la Santa Cena que la redención se completó, y tenemos nuestro banquete sobre el sacrificio.

¡Bendito Jesús! tú eres la pascua, el sacrificio, el altar, el arca, todos los tipos bajo la ley. Porque todo te apuntaba, y en ti se completaba. Ofrecido sobre el attar por nuestros pecados un sacrificio para satisfacer la justicia de Dios nuestro Padre, fuiste asado en las llamas de su justa indignación contra nuestros pecados; y tu persona se convierte en el sustento eterno, el alimento sano, salvador y saludable de nuestras almas, el pan de Dios para los pobres pecadores, del cual se alimentarán, se deleitarán y vivirán para siempre.

Pan de Dios, quiero llamarte, que descendiste del cielo, sé tú mi porción ahora y por toda la eternidad. De ti me alimentaré; a ti vendré y te haré mi pascua, no solo para preservarme del ángel destructor y de la ira venidera, sino para ser mi entrada gloriosa y mi seguridad eterna, gozo y felicidad en la presencia de Dios para siempre.

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