EL SEGUNDO LIBRO DE LAS CRÓNICAS

OBSERVACIONES GENERALES

ESTE segundo libro de las Crónicas no guarda proporción, en cuanto al tiempo que registra, con el del primero. Para todos los hechos registrados en este volumen, incluya la historia de algo menos de 500 años. Retoma los registros de la iglesia desde aproximadamente mil años antes de la venida del Señor Jesucristo, y la historia continúa a través de este libro hasta el período del cautiverio babilónico.

Los hechos registrados en este segundo libro de las Crónicas, corresponden, en el punto de la historia, a lo que se relata en el primer y segundo libro de los Reyes; pero el lector hará bien en observar qué otros relatos se dan aquí, además de los que luego se registraron. El diseño del Espíritu Santo, (si se puede presumir por así decirlo) en la compilación de estas Crónicas, es preservar la historia de la iglesia de Dios, y especialmente en un registro fiel de la descendencia regular de la familia de David.

El patriarca moribundo Jacob, bajo la influencia de Dios el Espíritu, había profetizado que el cetro no se apartaría de Judá, ni un legislador de entre sus pies, hasta que viniera Silo. Estas Crónicas, cuando se trazan en una sucesión regular y se comparan con lo que sigue en los otros libros de inspiración sagrada, llevan al lector al descubrimiento del cumplimiento de esta profecía. A través de las varias monarquías que sucedieron a la babilónica, hasta la venida de Cristo, seguimos la línea de descendencia de la casa real de David.

Y como, a través de todo el estado tributario en el que la iglesia fue traída, bajo el gobierno persa, griego y finalmente romano, los judíos nunca perdieron de vista a su propio rey, ni a sus propias leyes; de modo que es digno de la mayor atención que bajo el último imperio, durante el cual vino el Señor Jesús, los judíos mismos confesaron que ahora no tenían más rey que César. Ahora, pues, había venido el Silo.

Y la casa real de David, en la persona de Jesús, emergió de la oscuridad en la que había estado escondida durante tanto tiempo, y trajo de nuevo ese reino, cuyo crecimiento y gobierno no tendrá fin.

No detendré más al lector para que no entre en la lectura de este libro de Dios, sino sólo, como en todos los casos anteriores, así en este, para suplicar que sus ojos estén siempre al acecho de Aquel, por cuya cuenta y por cuya gran obra de redención, no fue escrita la Biblia, sino hasta la creación misma, con toda su magnificencia, fue señalada. No es violar la verdad creer que, como el Señor Jehová desde la eternidad había determinado la redención de su pueblo; cuando salió en los actos de la creación, estos fueron preparatorios para los hechos más gloriosos de la redención, que iban a seguir.

Y por lo tanto, todo evento desde la creación del mundo hasta la venida del Señor Jesucristo, fue diseñado como intermedio y preparatorio para la presentación de él, quien aunque apareció en lo que se llama la plenitud de los tiempos, en realidad fue establecido desde la eternidad. Es bajo la más perfecta convicción de esto, que me aventuro a suplicar una y otra vez la más sincera investigación del Lector a través de cada página, por aquel a quien todos ministran.

Y ¡oh! tú, Espíritu Santo de la verdad; ¡Tú, glorificador del Señor Jesús! Que te plazca llamar a la diligencia y recompensar la búsqueda tanto del Escritor como del Lector en sus preguntas, como los griegos que asistieron a la fiesta, cuando, como ellos, mientras exploramos esta fiesta de los registros divinos, decimos también , Veríamos a Jesús. Alégrate, Señor, de colgar su estrella en el firmamento de tu palabra, y con una luz más luminosa de tu gracia dentro de nuestras almas, guíanos y ve delante de nosotros, hasta que señale el lugar donde está el Señor Jesús.

¡Una de esas vistas de ti, bendito Jesús! descubierto en esas Crónicas de tu iglesia, al manifestar tanto tu amor entonces como ahora, dará un gozo inefable y lleno de gloria; y conviértete en una evidencia renovada, para todos los números que recibimos continuamente, de que tú, en verdad, eres Jesucristo, el mismo ayer, hoy y por los siglos.

Continúa después de la publicidad