REFLEXIONES

LECTOR Quisiera para mí y, si el Señor quiere, que amablemente le haga provechoso también a usted, al repasar este carácter de Joás, considerar qué instrucciones podemos obtener de él, considerándolo con miras a los tiempos del evangelio, ya la bendita redención que los creyentes tienen en el Señor Jesús. Cuando vemos la triste conclusión que tuvo la vida de Joás, con un comienzo tan prometedor, debería inducir a indagar sobre las circunstancias de las declinaciones espirituales, y la triste causa por la que algunos que aparentemente partieron justos para el reino, señalan y cansarme por el camino.

El apóstol Pablo, como autor del Espíritu Santo, ha asignado claramente la razón en su tercer capítulo a la Iglesia de los Gálatas; donde los llama gálatas necios, porque habiendo comenzado por el Espíritu, pensaron después que él lo perfeccionó por la carne. Cuando las almas cambian el fundamento de su fe y esperanza, y dejan su primer amor, dejan a Jesús y buscan una justificación parcial ante Dios en sus propias obras, pronto encuentran flaqueza en sus almas.

¡Lector! Te lo encomiendo, si sabes algo de Cristo, no desees conocer nada más que a Cristo. Haz de él lo que realmente es, el Alfa y la Omega de tu salvación; el Finisher así como el Autor del mismo; y te irá bien. ¿No renunciaste a todo lo tuyo y lo que había en ti cuando viniste por primera vez a Jesús, y ahora tomarías algo de lo tuyo para comprar a Cristo? ¿Dio Jesús vida a tu alma al principio, cuando por su Espíritu te dio vida? ¿Y no ha de dar vida todavía? Habiendo comenzado (dice el apóstol) por el Espíritu, ¿eres tan necio como para procurar ser perfeccionado en la carne? ¡Oh! bendita, bendita Fuente de todas nuestras esperanzas y alegrías; ¡Tú, precioso Jesús, sé todo en todo para las almas de tu pueblo! Aquí, Señor, te ruego de una vez por todas que renuncie por completo a mí mismo, y como vine por primera vez a ti culpable, pobre, y miserable; así, Señor, me quedaría quieto.

Bendito sea tu nombre, porque me has enseñado a conocer la plaga de mi propio corazón y a ver y él está convencido de que en mí mismo, después de todo lo que me has otorgado, no soy más digno ahora que cuando pasaste. y me vio en mi sangre, y dígame que viva. ¡Sí! Querido Señor, deseo yacer bajo el polvo delante de ti en señal de mi nulidad e indignidad, mientras pende de ti la plena seguridad de mi salvación.

Y, Señor, que sea mi deseo diario ejercer cada acto de fe en ti, no emprender nada más que en tu fuerza, y buscar aceptación solo en tu sangre y justicia. Y ¡oh! que te conozca con creciente gozo bajo ese carácter bendito por el cual te revelas a tu pueblo, como el Señor nuestra justicia; convencido de que eres hecho de Dios, sabiduría, justicia, santificación y redención para nosotros, para que toda mi gloria sea en el Señor.

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