REFLEXIONES

¡LECTOR! No cerremos el libro después de la lectura de este Capítulo, sin buscar primero la gracia para bendecir al SEÑOR por nuestra feliz suerte, al ser traídos al reino pacífico de JESÚS, que ha ido antes que nosotros, y ha echado fuera a los enemigos de nuestro salvación ante nuestro rostro. Pero mientras bendecimos su santo nombre por los privilegios que disfrutamos como pueblo, en la conciencia de que en nuestro propio corazón se encuentran enemigos, que con demasiada frecuencia se oponen a nuestro camino en el camino de la gracia; veamos que no damos tregua a esos enemigos eternos que hacen la guerra contra nuestro DIOS y contra su CRISTO.

¡Sí, querido JESÚS! Yo diría: ¿No aborrezco, oh SEÑOR, a los que te aborrecen de toda descripción y carácter, y no me entristezco con los que se levantan contra ti? Sí, los odio con perfecto odio, los considero mis enemigos. Dejemos que el carácter militar, y especialmente los ministros de JESÚS, aprendan de este capítulo dónde se encuentra su fuerza y ​​confianza, y en la presencia segura de un Dios del pacto misericordioso en CRISTO, y una larga experiencia de su fidelidad, siempre deriven valor para animar ellos mismos y el ejército santo del pueblo de DIOS en su guerra contra los enemigos de su salvación. Si el SEÑOR de los ejércitos está con nosotros, el DIOS de Jacob será nuestro refugio.

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