Un Ephah, que tiene una medida 10 veces mayor que un Omer, debe contener casi 50 pintas de inglés.

REFLEXIONES

¡Mi alma! aprenda en la historia de Israel lo que el Israel de Dios, más o menos, ha sido, en todas las épocas. Los dejamos en el capítulo anterior sentados bajo sus palmeras y bendiciendo a Dios en sus fructíferos pozos de agua. Pero, cuando se lo lleva por un momento a un estado de desierto, una pequeña decepción pronto produce murmullos: ¡Oh, Dios mío! perdona también en esto a tu siervo. Cuántas veces me he lamentado y me he atrevido a pensar con dificultad en Dios, cuando, como Israel, sólo me había estado conduciendo al desierto para hablarme cómodamente allí; cuando se han provocado dificultades, tal vez sin otra perspectiva que la de brindar la mejor oportunidad de magnificar la misericordia del Señor.

¡Señor! concede que las experiencias pasadas puedan proporcionar fuerza para la gracia en pleno ejercicio, para confiar en tus seguridades futuras. Y donde sea más angustiado y encerrado en la confianza de las criaturas, que la fidelidad divina sea lo más dulce para mi corazón. Lo has prometido, y es suficiente: se dará pan, el agua será segura, y mi defensa será la munición de rocas.

Pero principalmente en este capítulo, en vista de la comida de Israel y el maná que los envió del cielo, Señor, dame gracia para contemplarte, maná celestial, verdadero pan de vida, que es el regalo de tu Padre a las almas hambrientas de los pobres. pecadores. Señor, en desafío directo a todas mis murmuraciones y pensamientos pecaminosos, ¡oh! desciende, como eres en ti puro, santo y precioso, nuevo y renovándome cada mañana.

Y mientras el Espíritu Santo te muestra a mi vista como el regalo de la gracia del Padre, y despierta un creciente apetito por ti para ser saciado, concédeme que pueda alimentarme de tu cuerpo quebrantado y tu sangre derramada, para que pueda vivir. por ti. No sea mi porción como algunos de los israelitas incrédulos, que tentaron a Cristo y con quienes no se agradó; pero que sea mi felicidad saber, por una experiencia sincera, que tú eres el pan de vida que descendió de el cielo, del cual todo el que come vivirá para siempre. ¡Señor, dame siempre este pan!

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