REFLEXIONES

¡LECTOR! Detengámonos los dos en este capítulo solemne y meditemos bien en su contenido, mirando a Dios el Espíritu Santo, con un ojo humilde de súplica, que Él será nuestro maestro. Aquí aprendemos de la manera más terrible el final seguro del pecado. Aquí también aprendemos en qué debe consistir la justicia y la seguridad eterna de los redimidos.

¡Precioso Señor Jesús! cuán cada vez más preciosa es tu justicia en este punto para todo corazón verdaderamente despierto, convencido por el Espíritu Santo del pecado, de la justicia y del juicio. Verdaderamente, oh Señor, no hay, no puede haber justicia sino la Tuya en la que se pueda depender o confiar. Toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia, en los que no hay confianza. De cada bondad que imaginamos, porque es imaginaria, no real, todos deberíamos apostatar y morir en nuestra iniquidad.

En verdad, Señor, solo en Ti se encuentra la salvación. ¡Señor! Haz que los pobres pecadores te contemplen a Ti y Tu hermosura, y busquen Tu rostro en Tu poder, para que sus almas sean salvadas en el gran día del Señor.

¡Queridísimo Señor Jesús! Ayuda tanto al Escritor como al Lector a alabarte, con la conciencia de que Tu salvación es eterna, y Tu justicia la que no puede ser abolida. Tu pueblo, guardado por ti, sostenido por ti y justificado por ti, y en tu justicia, no puede volverse. Si, querido Señor, la justicia fuera suya, y la obtuviera con sus propias fuerzas, entonces, en verdad, tanto ellos mismos como sus méritos podrían y se perderían, y tal como viniera, así iría.

Pero fundados en ti, y en el poder de tu fuerza, son fuertes en la gracia que es en Cristo Jesús. Ayúdame, pues, oh Señor, tanto escritor como lector, a estar siempre mirando a ti en busca de justicia y fortaleza. Que sea el lenguaje constante y la experiencia de nuestras dos almas decir, como dijo uno de los antiguos, y descansar en la misma bendita seguridad: Saldré con la fuerza del Señor Dios; Haré mención de tu justicia, incluso de la tuya única. Mi boca anunciará tu justicia y tu salvación todo el día, porque no sé su número.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad