REFLEXIONES

¡Bendito Señor de tu Templo! ¿Cómo puedo leer este Capítulo y seguir los pasos del Profeta a quien conduces de la mano a través de los varios apartamentos de tu casa, sin conectar inmediatamente con el tema los personajes y oficios muy entrañables en los que te has dignado revelarte? ¿No te contemplo, oh modelo inigualable de suprema humildad, como puerta y puerta de tu templo, tu redil? ¿No subiste tú a la llamada de tu Padre ante todos los mundos, como la fuente total de la salvación de tu pueblo? ¿Y no eres tú el único camino de acceso, en gracia aquí y gloria por toda la eternidad? ¿Puede alguien entrar si no fuera por ti? ¿Y no has prometido que todo lo que viene a ti, no lo echarás fuera? ¡Oh! precioso Jesús! Ponte de pie, Señor, te lo suplico ampliamente abierto, como las amplias puertas que vio el Profeta, para que tu pueblo venga como las tropas de Temán, y vuele como nubes y como palomas a sus ventanas. ¡Sí, precioso Señor! mientras tus agradables invitaciones, promesas y proclamaciones de misericordia se dirigen hacia el este, el oeste, el norte y el sur; Oh, dispone las almas de los pobres pecadores que perecen, para que vengan a Tus grandes y anchas puertas que se abren, y encuentren acceso en ti ya través de ti, por un Espíritu al Padre.

Ciertamente esas benditas puertas y ordenanzas para ti, como las puertas de la Nueva Jerusalén de arriba, nunca se cierran de día ni de noche; porque Jesús está listo para recibir todo lo que viene a Dios por medio de él, y todo lo que viene, has dicho con gracia, no lo echarás fuera; ¡Oh! ¡Señor! haz que tu pueblo quiera en el día de tu poder. Amén.

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