REFLEXIONES

Haz una pausa, alma mía, en este Capítulo, y reúne los diversos contenidos interesantes del mismo en una sola vista: ora sobre él y ruega a Dios el Espíritu Santo que lo bendiga verdaderamente para tu meditación.

En las aflicciones de Egipto, contempla las aflicciones seguras que surgen de un estado pecaminoso caído. Las cargas, como las que los egipcios sintieron y por las que gimieron, deben hacer y harán gemir a todo pecador, una vez que el corazón es quebrantado por el pecado y verdaderamente se familiariza con sus miserias. Pero cuando, bajo la carga irritante de una conciencia culpable, el pobre pecador clama al Señor, a causa de los opresores; luego el Señor les envía un Salvador, y uno grande, y los libra.

Sí, antes de que llamaran, antes de que sintieran su miseria, antes de que la maldad del pecado fuera conocida en la tierra, Dios el Padre envió a Jesús, su amado y siempre bendito Hijo; un Salvador, en verdad, y uno grande, poderoso para salvar, para salvar a su pueblo de sus pecados.

¡Lector! ¿Qué dice tu experiencia de estas cosas? Ha llegado el día; la calzada está levantada; la puerta del evangelio está abierta, cuando Egipto y la multitud de las islas son llamados a unirse al verdadero Israel de Dios, en la salvación del Señor Jesús. ¡Oh! porque esa rica bendición de Dios en Cristo aquí registrada, se cumplirá todos los días, para que Jehová el Señor de los ejércitos bendiga con todas las bendiciones espirituales en Cristo, Egipto, su pueblo y Asiria la obra de sus manos, e Israel su herencia. Amén.

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