REFLEXIONES

Reflexiona sobre este hermoso Capítulo, alma mía, una y otra vez, no deseches la dulce meditación, hasta que el Espíritu Santo haya escrito su bendito contenido en tu más íntimo afecto. He aquí el amor del Señor por Israel, al preparar a la Iglesia, durante tantos años, para su libertador temporal; y llamándolo por su nombre, Cyrus, incluso antes de que naciera Cyrus. Entonces dirija sus pensamientos al Señor Jesucristo, y contemple la gracia de Dios el Padre, en el nombramiento y proclamación de él, el glorioso libertador espiritual de sus redimidos, desde toda la eternidad.

Tú, oh bendito Jesús, a la verdad has abierto las puertas de dos hojas; sí, las puertas eternas del cielo y de la salvación, y alegraron a tu pueblo, y fueron derribados los lomos de tus enemigos. Has dado a conocer tu soberanía y poder, y has manifestado que eres Dios, y que no hay nadie más fuera de ti, ¡un Dios justo y un Salvador!

¡Y ahora, bendito Señor! Habiendo hecho la paz con la sangre de tu cruz, para reconciliar todas las cosas contigo mismo, ¿abres un camino nuevo y vivo con tu sangre, y vives siempre para mantenerlo abierto por tu intercesión? ¡Sí, precioso Jesús! ¿Quieres tanto agradar a tu pueblo un trono de gracia que nos asegura que las obras de tus manos están sujetas a las oraciones de tus santos? hecho! ¡Oh! para que la gracia yazca cada vez más bajo en el polvo delante de Dios, en la medida en que las riquezas de tu gracia se manifiestan al alma, para que mientras el Señor exalta a su pueblo, ellos pueden humillarse.

¡No me atrevo, Señor! Descarta este precioso capítulo, sin buscar primero la gracia para convertir tu mandamiento en oración, para que mientras me pides que te mire, mi alma sienta la gracia yendo a un ejercicio vivo, para mirar a Jesús, como para tener la mía. ojos iluminados, y descansar por fe en Jesús, hasta que toda mi alma sea calentada en el amor de Dios, y en la paciente espera de Jesucristo. ¡Bendito Señor! Oro para que mis ojos, mi corazón, toda mi alma, mi cuerpo y mi espíritu, sí, todas las facultades que me has dado, se inclinen en amor, gracia, alabanza y oración ante ti.

Que toda la tierra sea testigo de mí; sí, todos los poderes del cielo, que ante ti se doble mi rodilla; ante ti mi naturaleza entera se inclina alegremente. Ciertamente en el Señor tengo justicia y fuerza. En el Señor todos mis poderes hallan justificación y gloria en Cristo aquí, y en Cristo por toda la eternidad. Amén.

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