REFLEXIONES

LECTOR, aprendamos de este capítulo a formarnos una máxima segura e infalible, concerniente a las providencias de Dios, que por desconcertantes e inexplicables que puedan parecernos, el resultado de ellas debe ser invariablemente, para la gloria divina, y para el bienestar de su gente. He aquí, en este punto de vista, nuestra fe encontrará un uso frecuente de hecho para el ejercicio; pero la fe también encontrará una fuerza adecuada en la que apoyarse durante el tiempo de ejercicio.

¿Quién debería haber pensado que la crueldad de los hermanos de José, en la dirección divina de la misma, se convertiría finalmente en el medio de tanto bien? ¿Quién hubiera concebido que la crucifixión de Jesús fue en el determinado consejo y conocimiento previo de Dios? Tales eventos hablan, en voz alta, para suspender nuestro juicio sobre todos los caminos y obras de Dios: y para esperar escuchar lo que el Señor logrará con todas sus providencias que están sucediendo en toda la tierra.

Lector, aprendamos otra dulce lección de la lectura de este capítulo. Quiero decir, que estudiemos más, en adoración silenciosa y humilde, los caminos y obras del Señor, tanto en las circunstancias de nuestra propia vida, como en el orden de su Iglesia. Jesús tiene el gobierno sobre su hombro. Él es el Rey de las naciones y también el Rey de los santos. Su camino está en el mar, y sus sendas en las grandes aguas, y sus pisadas son desconocidas.

Pero el final es seguro. ¡Piensa qué sabiduría debe ser esa, que comprende una variedad tan infinita de hombres y cosas, perseguidos de manera diferente y opuesta por ellos, pero ordenados por Él, para su gloria y el bienestar de la Iglesia! ¡Precioso Señor Jesús! Concede tanto al lector como al escritor, la gracia de estar siempre mirándote y buscar tu sabiduría para guiar; tu poder de proteger; y tu amor para bendecir todos los acontecimientos que nos conciernen a nosotros ya tu pueblo.

Y mientras ambos tengamos confianza y gozo santo, que si tú estás por nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros, que el sentido de tu sabiduría infalible, nos obligue a exclamar continuamente, oh, la profundidad de las riquezas, tanto de la sabiduría y conocimiento de Dios? ¡Cuán inescrutables son tus juicios, e inescrutables tus caminos!

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