¡Lector! ¿No es extraño que los impíos persistan voluntariamente en sus transgresiones y, sin embargo, busquen interés en las oraciones de los fieles? ¿No es esto un testimonio de la verdad de Dios? ¡Precioso Jesús! ¡Cuán bienaventurado es que la indignidad de los redimidos no ponga freno a tu incesante intercesión!

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