Qué triste negocio había hecho Sedequías; ¡y qué terrible calamidad siguió! Sedequías estaba en la flor de la vida cuando sucedieron estas cosas. Y aquí sintió la terrible consecuencia de rechazar el consejo de Dios contra su propia alma. Sus ojos le permitieron contemplar a sus pequeños y nobles, todos muertos; y luego la oscuridad como para este mundo, se cerró sobre él para siempre. ¡Lector! detente y contempla la calamidad aún mayor del pecador empedernido, cuando todas las comodidades terrenales se apartan de él; y las tinieblas eternas de la muerte y la miseria eterna sellan su alma en el último día.

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