REFLEXIONES

¡LECTOR! contempla en este Capítulo lo que proclama toda la Escritura y lo que toda experiencia en la historia de los hombres y las cosas confirman; El pueblo de Dios debe finalmente triunfar, y todos los enemigos de Dios y de su Cristo deben ser destruidos. ¡Cuán poco calculó la orgullosa Babilonia la terrible compra que hicieron cuando llevaron a Israel al cautiverio! ¡Qué poco suponía Egipto, por la liberación de sus pobres esclavos ladrilleros, que Egipto sería destruido! Y cuán poco ahora, en la hora presente, la mística Babilonia se enmarca la idea de que en un día se cumplirá su ruina.

¡Oh! para que el pueblo de Dios, al atormentar bajo el castigo y la opresión, oyera la vara, y quién la dispuso; y en sus transgresiones e incredulidad, rastreará la fuente del disgusto del Señor. Pero no olviden, en medio de todo, que aunque como ovejas perdidas, como esta escritura las describe bellamente, sus pastores los han descarriado, sin embargo, siguen siendo las ovejas de Cristo.

Y en las ciudades de los montes, en las ciudades del valle, y tanto en Jerusalén como en Judá, los rebaños deben volver a pasar bajo las manos del que los cuenta. ¡Oh! la bienaventuranza, cuando la gracia inclina el corazón, de hacer como se describe a los pobres cautivos de Babilonia, yendo y llorando, buscarán al Señor, y preguntarán el camino a Sion, con el rostro hacia allá, para unirse al Señor, en un pacto perpetuo que no se romperá.

Y así como en la gracia, así en la gloria, ¡qué bienaventuranza se extenderá sobre el alma de todos los desterrados del Señor, que aquí moran con Moab, y están obligados a tener su morada en la Babilonia del mundo, cuando finalmente y plenamente regresen! y vendrán a la Sion que está en lo alto, con cánticos de gozo eterno sobre sus cabezas, donde obtendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.

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