REFLEXIONES

¡Señor Jesus! mira tu Iglesia, tu viña, tu Benjamín, amado: y ponla en tiempos de peligro, en el Bet-haccerem de seguridad en ti mismo. Recuerda, querido Señor, lo que has dicho y lo que has prometido, y aún di: Yo, el Señor, la guardo. La regaré en todo momento, para que nadie la lastime. La guardaré día y noche.

¡Y ciertamente bendito Señor! si has comparado a tu Iglesia con una mujer hermosa y delicada, debe ser así por ser hermosa a tus ojos, por la hermosura que la has puesto. ¡Precioso Señor Jesús! aunque en mí mismo soy negro, sí, lleno de manchas; pero si bien a tus ojos, es tu manto de justicia lo que me ha hecho así. ¡Oh! por gracia para mirarte y amarte, y vivir en ti, y para ti como el Señor mi justicia.

Tú, Todopoderoso Refinador y Purificador de tu Iglesia y de tu pueblo: siéntate a mi lado como mi Refinador, para que los hombres ya no me llamen plata reprobada, cuando me hayas refinado como se refina la plata, y me hayas probado como se refina el oro. ¡Oh! ¡Señor Dios! por el fuego de tu bendito Espíritu, consumiendo toda la escoria de mis afectos corruptos, y con tus influencias especiales refinando y limpiando toda la veta de una naturaleza inmunda y manchada, límpiame así para ti y tu gloria, para que pueda Ofrece a mi Señor una ofrenda en justicia, y purifícate como los hijos de Leví, para estar entre tus sacerdotes, en tu salvación para siempre.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad