REFLEXIONES

Cuán misericordioso fue el ESPÍRITU SANTO, así, en la sombra y en la figura, para enseñar a la iglesia el estado leproso en el que se encontraba delante de DIOS, a causa del pecado. Y cuán precioso es JESÚS nuestro Gran Sumo presentado a nuestra vista, así designado por DIOS nuestro PADRE, a quien el pecador convencido podría mostrarse y liberarse de su lepra. Enséñame, bendito maestro, en qué estado de lepra nací a causa del pecado.

Hazme ver que nada más que la fuente abierta para el pecado y la inmundicia, en la sangre de JESÚS, puede limpiar mi alma. Guíame a Él con tus dulces influencias, el único que puede decir: No temas, porque yo soy tu gran salvación. Y cuando me sea posible acercarme al estrado de sus pies y mostrarme delante de él, para que me registre y me pruebe; cuando bajo la más profunda convicción de miseria, lloro hasta la profundidad de la misericordia divina; JESÚS, maestro; ten piedad de mi, oh? tú oyes y respondes, y límpiame de mi lepra.

¡Y puedo añadir, querido SEÑOR, esta humilde bendición, y con misericordia me la concedes! para que yo sea hallado siempre vestido con tus vestiduras y vestido con tu manto. El SEÑOR, el ESPÍRITU, dame fuerzas para despojarme, en cuanto a la conducta anterior, del anciano que se ha corrompido conforme a las concupiscencias engañosas, y ser renovado en el Espíritu de mi mente; y para vestirme del nuevo hombre que fue creado según Dios. en justicia y santidad verdadera.

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