"Y se levantó toda la multitud y lo llevaron a Pilato. (2) Y comenzaron a acusarlo, diciendo: Encontramos a este hombre pervirtiendo a la nación, y prohibiendo dar tributo al César, diciendo que él mismo es Cristo. Rey. (3) Y Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y él le respondió y dijo: Tú lo dices. (4) Entonces Pilato dijo a los principales sacerdotes y al pueblo: No encuentro falta en este hombre.

(5) Y fueron más feroces, diciendo: Él alborota al pueblo, enseñando por todo el pueblo judío, comenzando desde Galilea hasta este lugar. (6) Cuando Pilato oyó hablar de Galilea, preguntó si el hombre era galileo. (7) Y tan pronto como supo que pertenecía a la jurisdicción de Herodes, lo envió a Herodes, quien también estaba en Jerusalén en ese momento. (8) Herodes, al ver a Jesús, se alegró mucho; porque hacía mucho tiempo que deseaba verlo, porque había oído muchas cosas de él; y esperaba haber visto algún milagro hecho por él.

(9) Luego le preguntó con muchas palabras; pero él no le respondió nada. (10) Y estaban los principales sacerdotes y los escribas acusándolo con vehemencia. (11) Herodes y sus hombres de guerra lo despreciaron, se burlaron de él, lo vistieron con un manto hermoso y lo enviaron de nuevo a Pilato. (12) Y el mismo día Pilato y Herodes se hicieron amigos, porque antes estaban enemistados entre sí ".

Es una parte muy interesante, a mi modo de ver esas escenas solemnes, observar cómo el Cordero de Dios se preocupa antes de su muerte, en esos muchos y fatigosos viajes que se ve obligado a hacer, caminando de un lugar a otro para gratificar la malicia. de sus enemigos. Y ruego al lector que observe conmigo, que, como en todos esos lugares Cristo recibió el mismo desprecio y burla, en la casa del Sumo Sacerdote y en los palacios de Pilato y Herodes, si todo no estaba destinado a la mayor humillación del Hijo de Dios, porque en esa humillación consistía el vasto mérito de su obra redentora.

Fue el Hijo de Dios, como Dios, despojándose o despojándose de su propia gloria personal, como Dios-Hombre-Mediador, lo que constituyó la preciosidad infinita de su empresa, como nuestra Fianza, y que dio tal infinito, y nunca ser plenamente recompensado en valor, tanto a su justicia activa como pasiva, tanto a su hacer como a su muerte. Suplico al lector, me parece, que pase por alto, en este tema sublime, cualquier otra consideración, para que preste atención por completo a ésta.

La parte que esos miserables personajes, Pilato y Herodes, con toda la tripulación judía, infligieron su malicia sobre la persona de Cristo, es un asunto de ningún momento para considerar, comparado con este. Esto forma la bendición de todo el tema. Esto hace que el conjunto sea tan inexpresablemente grande y glorioso. Porque cuanto más el Espíritu Santo permita al hijo de Dios entrar en una comprensión adecuada de este rasgo distintivo del carácter en nuestro Señor, como Redentor, tanto más elevado será el mérito de su sacrificio en su estima.

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