REFLEXIONES

¡Bendito Señor! hazme ansioso por heredad entre todos los santificados, como lo fueron aquellas hijas de Israel por heredad entre sus hermanos; y que sea mi más noble ambición estar entre el pueblo de Dios, en lugar de entre todos los placeres, este lado la tierra prometida tiene para ofrecer. Y ¡oh! Tú, bendito ESPÍRITU, desde cuya graciosa influencia se imparte toda la sabiduría a la mente de tu pueblo, dame la gracia adecuada, en cada ocasión de dificultad, sobre cómo actuar en casos dudosos; Guía mi alma a imitar el ejemplo de tu siervo, y, como Moisés, el varón de DIOS, lleva el asunto ante el trono; y tu promesa de fortaleza como el día es mi porción.

Pero principalmente, querido JESÚS, ahora me has guiado como lo hiciste con tu siervo Moisés, a ver por fe la tierra prometida, ¡oh! que esté tan dispuesto como él a entregar mi alma en tus brazos con plena seguridad de fe. ¡Sí! Dios mío misericordioso y Salvador, desde la colina del Calvario y el Monte de los Olivos, en verdad has abierto mis ojos para contemplar hermosas vistas de ese bendito país adonde has ido antes, para tomar posesión de él para tu pueblo.

¡SEÑOR! fortalece mi fe todos los días en esta certeza bien fundada, y hasta que te complazca dar la señal de mi destitución, que esté esperando y anhelando tu venida cada hora; y cuando llegue el momento, ¡oh! permíteme morir, mientras rezo para vivir, creyendo las promesas; y al final clamar con el de antaño: SEÑOR, ahora deja partir a tu siervo en paz, conforme a tu palabra, porque mis ojos han visto tu salvación.

Continúa después de la publicidad
Continúa después de la publicidad