REFLEXIONES

¡Bendito Señor! en la lectura de este capítulo, permíteme discernir principalmente por la enseñanza de tu ESPÍRITU SANTO, Aquel que es la pascua de su pueblo; y que un Dios misericordioso me capacite no solo una vez al año, sino todos los días, para celebrar la fiesta. Que sea mi deseo, como aquellos cuyas almas se derritieron dentro de ellos con un fervor de anhelo, cuando en cualquier momento se abstuvieron de regocijarme ante mi DIOS en sus ordenanzas, buscar esas renovaciones de amor; y que pueda estimar cada prenda de la bondad de un Redentor en los diversos medios de gracia, y especialmente en su mesa y su cena, más que mi alimento necesario. ¡Oh! que mi alma clame bajo el goce de esos privilegios; Bienaventurados los que habitan en tu casa, todavía te alabarán.

¡Granizo! ¡Tú, gloriosa columna de nube! Tú, santo JESÚS, que eres la luz y la vida de los hombres: sé mi constante y uniforme director, guiándome de día y protegiéndome de noche. En cada tiempo de oscuridad, ignorancia, corrupción y angustia, manifiestas tu gloria y resplandeces como el sol de justicia, con curación en tus alas. Concédeme gracia por las dulces influencias de tu ESPÍRITU SANTO para seguirte adondequiera que vayas.

Ve antes para guiarme en el camino, y hazme descansar donde quieras para darme a entender tu voluntad para lo que quede. Nunca podré correr sin ser enviado y sin ser llamado; y nunca podré holgazanear en el camino celestial cuando JESÚS llame. Queridísimo SEÑOR; que sea mi porción seguir al CORDERO adondequiera que vaya, hasta que por fin venga JESÚS y me lleve consigo, para que donde él esté, allí yo también esté. Amén.

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