REFLEXIONES

¡BENDITO Emanuel! ¿Cómo puedo dejar de contemplarte, en este Capítulo, bajo el carácter entrañable del Esposo de tu Iglesia? mientras oía a mi Señor refutando así a su Israel de antaño, por sus fornicaciones y fornicaciones. ¡En verdad, en verdad, precioso Jesús! te has casado con nuestra naturaleza, al tomar esa porción pura de ella, que tu Padre te dio, en unión contigo mismo. Y de ese modo has probado de la manera más clara y completa cuán grande e inigualable es el amor que has fijado en tu esposa, la Iglesia.

¿Y no sabías, santo Redentor, cuán infiel e indigna resultaría tu esposa? ¡Sí, Señor! no sólo lo sabías, sino que lo declaraste. ¡Sabía que habías dicho que actuarías con mucha traición y serías llamado transgresor desde el vientre! Sin embargo, tal fue tu amor, que esto no detuvo la gracia de tus propósitos omnipotentes; ni impidas tu unión, ni la manifestación de tu tierno cariño a tu pueblo.

En cada época, a la inutilidad de tus elegidos, tu gracia ha sido mostrada; ni has retenido tu misericordia de tus redimidos, aun cuando como Israel aquí, tu Iglesia se ha prostituido, y ha puesto piedra de tropiezo de iniquidad en el corazón. ¡Oh! ¡Cordero de Dios! qué paciencia, sino la tuya, podría haber soportado los pecados de tu pueblo; sí, ¿con las incesantes rebeliones de la mano que ahora escribe? Desde el primer momento en que pasaste y viste nuestra naturaleza entera arrojada a perecer, y contaminada en nuestra sangre, y nos ordenaste vivir hasta la hora presente de tu Iglesia; ¿Quién contará más entre todos los miembros de tus redimidos, los mayores recobros por gracia, en medio de los mayores inmerecidos de la naturaleza?

¿De quién será la canción en la tierra, o la nota de salvación de quién en el cielo, será la alabanza más fuerte del amor de Jesús? ¡Precioso Señor Jesús! mientras leo la profecía de Oseas; he aquí la relación de los pecados de Israel y tu misericordia; mientras recuerdo cómo se ha ejercido tu gran sufrimiento en los mil diez mil casos de todo tu pueblo, desde ese período hasta el presente; sí, desde el jardín del Edén, a través de todas las edades de la Iglesia; y continuar hasta la consumación de todas las cosas; Me siento obligado a gritar en el idioma de tu siervo el Profeta; Dios como tú, que perdona la iniquidad y pasa por alto la transgresión del remanente de su heredad.

No retengas tu ira para siempre; porque te deleitas en la misericordia. ¡Sí! precioso Jesús; te volverás de nuevo; tendrás compasión de nosotros; Tú subyugarás nuestras iniquidades, y arrojarás todos nuestros pecados en las profundidades del mar. Cumplirás la verdad a Jacob, y la misericordia a Abraham, que juraste a nuestros padres desde los días de antaño.

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