La riqueza del rico es su ciudad fuerte, y como un alto muro en su propia vanidad. Antes de la destrucción, el corazón del hombre es altivo, y antes de la honra, la humildad. El que responde a un asunto antes de oírlo, es necedad y vergüenza para él. El espíritu de un hombre sostendrá su enfermedad; pero un espíritu herido que puede soportar? El corazón del prudente adquiere conocimiento; y el oído del sabio busca el conocimiento. La dádiva del hombre le abre paso y le lleva ante los grandes.

Si el don de un hombre, que a lo sumo debe ser de naturaleza escasa y transitoria, tiene tal poder de abrir el corazón, ¿qué efecto debe tener el don grande, glorioso, duradero y eterno del amado Hijo de Dios al abrir nuestro corazón? almas para amar al que tanto nos amó? ¡Qh! para que un sentido profundo de esta Misericordia inefable lleve mi alma continuamente ante el Señor, con todos los reconocimientos de amor, obediencia, fe y alabanza.

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