REFLEXIONES.

Aprovecho de lo que este capítulo ha sugerido de un falso testimonio, para amonestar al Lector, mientras oro pidiendo gracia para recibir al mismo tiempo en mi propio corazón, la amonestación completa; estar siempre sobre nuestra atalaya para el Testigo fiel y verdadero acerca de Jesús; Dios el Espíritu Santo, que nos recordará todas las cosas, todo lo que Cristo nos enseñó.

¡Y lector! es de lo más bendito y reconfortante para un alma que busca marcar los pasos de su venida. Porque él viene a nosotros en el nombre del Hijo del Padre, para proponernos, no solo en proverbios, sino con las claras palabras de Dios, la proclamación de gracia del perdón, la misericordia y la paz en la sangre de la cruz. No solo nos propone estas misericordias, sino que dispone el corazón para recibir lo que trae.

Él no solo nos muestra la hermosura y la idoneidad del Salvador; pero inclina el alma a ver y sentir su necesidad, ya buscar la salvación en su sangre. Y cuando por su gracia ha suplicado poderosamente en nuestra conciencia por Cristo y contra nosotros mismos; en mostrar cuán misericordioso es Jesús y cuán indignos somos; cuán adecuado es él para nosotros y cuán adecuados somos nosotros para él; él pone un grito en nuestros corazones al llevarnos al trono de la gracia, donde podemos encontrar misericordia y gracia para ayudar en cada momento de necesidad.

¡Lector! ¿Permíteme que te pregunte si el Espíritu Santo ha presenciado esto en tu corazón? ¡Oh! por la gracia de no contristar al Espíritu Santo del Señor, con el cual las almas son selladas para el día de la redención. ¡Señor! concédeme que mi alma tenga a este fiel Maestro dando testimonio con mi espíritu de que soy un hijo de Dios. Guárdame, Señor, de todo falso testimonio, convencido de que este capítulo lo ha marcado dos veces, que el final es la muerte.

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