REFLEXIONES

¡SEÑOR! Te ruego que nunca me permitas pensar en aflicciones o en dolores por ellos, ya sea en mí mismo o en los santos de Dios, sin recordar tus dolores sin igual, con los cuales el Señor te afligió en el día de tu obra redentora. ¿Ha sido alguna vez dolor como el tuyo, bendito Jesús? Y, Señor, mientras pienso en tus dolores, permíteme pensar también en tu paciencia. Como Cordero fuiste llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció, así no abriste tu boca.

¡Y bendito Jesús! Deja que mi alma sienta toda esa dulce complacencia y resignación en cada ejercicio, sea el ejercicio que sea, en el recuerdo de que estás mirando, lo sabes todo, lo nombras todo, y finalmente lo bendecirás todo. Aunque mis enemigos vivan y sean poderosos, si tú me ayudas, bajo la sombra de tus alas me regocijaré. ¡Si señor! tú me llevarás a través, y me sacarás y me traerás a casa, y seré más que vencedor, por tu gracia ayudándome.

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