Qué hermoso avance hace el Salmo, al pasar todavía por los atrios de la naturaleza y de la providencia, hacia el de la gracia. ¡Cuán bienaventurada debe ser la Iglesia y el pueblo que tienen al Señor por Dios! No hay nada más para dar felicidad o seguridad. La fuerza de los caballos o de los carros, la fuerza de un ejército o de un ejército, el poder de los reyes o de los gigantes, no, de todos los valientes; ¿Qué pueden ser todas las criaturas, cuyo aliento está en sus narices? Pero en Jesús hay fuerza eterna, y por eso el profeta canta en voz alta: Ciertamente se dirá: En el Señor tengo justicia y fuerza; a él vendrán los hombres, y todos los que se enojan contra él serán avergonzados; Isaías 45:24 .

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