REFLEXIONES

¡Cuán bendito el pensamiento, cuán gloriosa la meditación! ¡Jesús ha vencido a todos los enemigos de nuestra salvación! Él mismo, nuestro Jesús, nuestro Hermano, nuestro Esposo, nuestra gloriosa Cabeza, es el que ha obtenido la victoria. Y lo que lo hace aún más querido es que lo obtuvo en nuestro nombre, en nuestro lugar; por nosotros y por nuestra salvación; y todo lo que él es, y todo lo que hizo y todo lo que obtuvo, es nuestro.

Y, alma mía, haz una pausa y considera cómo la comunicación de esas misericordias te es querida. Jesús no solo venció, sino que dio a conocer: no solo se acordó de su misericordia y logró la salvación, tanto para la casa de Israel como para todos los términos de la tierra; pero, por su bendito Espíritu, ha enseñado a las almas de su pueblo a creer en él ya depender de él. Bien que toda alma redimida cante al Señor el cántico nuevo de redención. ¡Que brame el mar con el mismo eco, y todos los árboles del bosque aplauden!

Pero haz una pausa una vez más, alma mía, y pregunta a tu corazón: ¿Puedes cantar este cántico nuevo? ¿Te sacó Jehová del abismo horrible, del cieno y del barro, de las ruinas de la naturaleza, del pecado y de Satanás, y puso tus pies sobre la roca, y un cántico nuevo, el cántico de Moisés? y el Cordero en tu boca? ¡Oh! por la gracia de cantar este cántico nuevo con un corazón nuevo: para hacer de Jesús, en su persona, en su amor, oficios, salvación, la melodía eterna del corazón y el regocijo para siempre.

¡Oh! por gracia, para que en la revisión de todo el pacto de amor de Dios en Cristo, pueda estar mirando y esperando su venida. Date prisa, amado mío; que huyan las sombras de la noche; y sé tú como un corzo o un ciervo en los montes de Beter.

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