Pero Saulo se fortalecía más y confundía a los judíos que habitaban en Damasco, demostrando que éste es el mismo Cristo.

Saulo, por la Palabra del Señor a través de Ananías y probablemente también por mandato directo de Dios, había recibido su comisión como predicador y misionero. Y no perdió tiempo en asumir sus funciones. Rápidamente, cuanto antes, predicaba en las sinagogas, anunciando el mensaje, proclamando a Jesús que es el Hijo de Dios. Probó a los judíos reunidos que el mismo Jesús que ellos habían dado muerte no podía ser otro que el Mesías prometido, el mismo Hijo de Dios, de quien habla Salmi 2:7 .

Ese es el gran mensaje del Nuevo Testamento, la suma y sustancia de toda predicación de la persona y oficio del Salvador. El resultado fue que todos los que oyeron hablar a Saúl quedaron estupefactos con asombro, el cual expresaron en la excitada pregunta: ¿No es este el hombre que destruyó, asoló en Jerusalén a los que invocaban este nombre, y ha venido aquí con el propósito de llevarlos atados a los sumos sacerdotes? La misión de Saúl se había hecho conocida entre los judíos, probablemente a través de sus compañeros o por un mensaje de Jerusalén, y su odio anterior había sido un asunto de conocimiento general.

Su cambio completo, por lo tanto, fue del todo inexplicable para sus antiguos compañeros. Mientras tanto, Saulo crecía día tras día en fuerza espiritual y religiosa, en su comprensión de las Escrituras y de su gran tema central, y en su poder para aplicar el significado de las maravillosas nuevas a la situación que se le presentaba. Cada vez que tuvo la oportunidad, discutió su tema inagotable y confundió a los judíos, literalmente, los amontonó, los enlodó, haciéndoles imposible ponerse de pie ante su poderosa exposición y demostración de que este hombre Jesús es el Cristo.

Probó esta verdad demostrando la concordancia entre las predicciones mesiánicas y los hechos históricos de la vida de Jesús, y testificó de ello con la solidez y firmeza de su convicción. El poder del Espíritu Santo en su mensaje, sumado a su confianza y alegría, no podía dejar de causar una profunda impresión, incluso hasta el día de hoy.

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