Os digo que pronto se vengará de ellos. Sin embargo, cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?

El Señor mismo, al señalar la lección, destaca fuertemente el contraste: por un lado, el juez de la injusticia, cuyas ideas de justicia no sólo eran vagas, sino que no conocía la justicia, cuyo carácter era la esencia del egoísmo; por el otro, el Dios justo y amoroso, cuyo fin no es sólo hacer justicia, sino mostrar misericordia a todas sus obras; el que se rinde a regañadientes y simplemente para evitar el aburrimiento; el otro encuentra Su deleite en mostrar misericordia y en ceder a las súplicas de los Suyos.

En verdad, Dios proveerá vindicación para Sus elegidos, para aquellos que creen en Él por el poder de Sus medios de gracia. Pero Él quiere que continúen en la oración, en el llamado a Él, día y noche. Puede que se demore en acudir en ayuda de Sus santos, puede que retrase la ayuda por un tiempo; pero cuando llega Su hora, el socorro que Él brinda llega de repente. Es una liberación rápida y gloriosa la que experimentan.

La cuestión de que Dios escuche la oración está, pues, fuera de toda duda, pero la certeza de la fe en el caso de los pueblos de la tierra no es tan absoluta. Con todas las tentaciones de los últimos días que los rodean, es una pregunta muy seria, desde el punto de vista de los hombres, si la fe en Jesucristo como el Mesías del mundo todavía se encontrará en ese tiempo. Seguramente será cuestión del poder y la misericordia de Dios mantener a Sus elegidos en la fe hasta el final.

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