Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

Ver Matteo 8:19 . Los tres incidentes enseñan la misma lección: el verdadero discipulado de Cristo implica una negación de uno mismo y de todos los lazos terrenales, en ciertas circunstancias incluso las obligaciones de la relación de sangre. El primer hombre se ofreció a ser discípulo de Cristo, pero no sabía que se pedían sacrificios. Jesús señala su propio caso.

Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo tienen lugares para dormir, pero el Hijo del Hombre no tiene un lugar que pueda llamar suyo. Si esa es la posición del Maestro, el discípulo difícilmente puede esperar más. En el segundo caso, Jesús le pidió a un escriba que se convirtiera en su discípulo. Cuando este hombre dio su excusa de que primero debía regresar y enterrar a su padre, Jesús le dice que este deber está bien atendido en manos de aquellos que se dedican a enterrar a los muertos, pero que debe venir y seguir. Jesús proclamando por todas partes el reino de Dios.

En el tercer caso, el hombre se ofrece a seguirlo, pero propone una condición previa, a saber, que primero se le dé la oportunidad de despedirse de sus amigos. Este es un tipo de hombre que siempre primero quiere hacer algo en lo que él mismo está personalmente interesado y luego se ocupa del deber principal. Pero Jesús lo llama al orden con un dicho proverbial: Ninguno que, poniendo la mano en el arado, mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

Seguir a Jesús en su ministerio es el llamado más alto y requiere una intención firme y una mirada firme. Cualquier trabajo es infructuoso a menos que todo el hombre participe en él y dedique toda su mente al asunto en cuestión. Estas lecciones son tan necesarias hoy en día que cualquiera puede hacer la aplicación por sí mismo. "El primer caso es el de un impulso desconsiderado, el segundo el de los deberes en conflicto, el tercero el de una mente dividida".

Resumen. Jesús envía a los Doce en un viaje misionero, alimenta a cinco mil, acepta la confesión de Pedro y predice su Pasión, se transfigura, sana a un niño lunático, da varias lecciones de humildad y enseña una lección de discipulado.

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