Y dijeron: Moisés sufrió para escribir carta de divorcio y repudiarla.

Los fariseos todavía seguían los pasos de Cristo. Tan pronto como una multitud se reunía alrededor de Cristo, sentían que era su deber, en interés de la Iglesia judía, interferir y evitar que Él enseñara a la gente. Aquí formularon a propósito su pregunta de manera amplia, para llevar al Señor a una trampa, que pensaron que habían ocultado hábilmente. Si respondía negativamente, podrían acusarlo de estar en desacuerdo con Moisés, y el pueblo se disgustaría, ya que la moral, en cuanto al Sexto Mandamiento, era muy relajada.

Si respondía afirmativamente, podrían acusarlo de fomentar la laxitud moral imperante. Pero Jesús vio a través de su plan y se preparó para atraparlos en su propia trampa. Fue una hermosa batalla de ingenio. Les preguntó qué les había mandado Moisés, con el acento en el verbo "mandar". Quería que dijeran lo que Dios había dicho en la institución del matrimonio acerca de la fuerza del vínculo matrimonial.

Ellos, a su vez, esperaban evitar un rincón desagradable en la discusión, refiriéndose a Deuteronomio 24:1 y declarando lo que Moisés había permitido. Con el fin de salvaguardar la posición de la esposa al menos hasta cierto punto y para evitar la soltura del vínculo matrimonial, que era un escándalo en todos los países paganos, Moisés, en sus decretos legislativos, por instigación de Dios, ordenó la entrega de una orden de divorcio, de una carta que establece adecuadamente las razones por las cuales un hombre rechazó a su esposa. El objeto era evitar los divorcios por todo tipo de razones triviales.

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