Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.

Los otros diez apóstoles habían presenciado todo el incidente con celosa aprensión y creciente indignación. No es que no tuvieran el. mismas aspiraciones, pero que otros las habían expresado primero y probablemente habían estado cerca de lograr su diseño. Jesús creyó oportuno repetir la lección de poco tiempo atrás. Llamó a los Doce, aparte del resto de los discípulos que. estaban con ellos.

Luego colocó un contraste delante de ellos. Los que pasan por gobernantes de los gentiles, y son estimados como ellos, se enseñorean de ellos, y los grandes del mundo ejercen dominio, usan su poder como les parece, principalmente para aumentar su poder. Ese es el caso en los asuntos terrenales. Pero dentro del reino de Cristo las cosas son, o al menos deberían ser, muy diferentes. Allí la grandeza se mide, no por la cantidad de autoridad ejercida, sino por la cantidad de servicio prestado.

Cuanto mayor sea el servicio que se rinda, en humildad desinteresada, mayor será la posición de una persona en el reino de Dios. Cuanto más profunda sea la humillación de uno mismo en interés del prójimo y por amor a Cristo, mayor será contabilizado en la boleta de crédito de Dios. Y en esto los apóstoles y todos los cristianos tienen siempre ante sus ojos el ejemplo más glorioso: El, el gran Señor del cielo, que vino a la tierra como el Hijo del Hombre, que podría haber exigido y obligado el servicio de toda la creación, no demandar y aceptar este servicio, pero Él mismo se convirtió en el siervo más bajo de todos.

Ese fue uno de los objetivos de Su venida. Y el otro está íntimamente relacionado con este. Él dio libremente Su vida como rescate, como precio de redención. Su vida, Su sangre, fue dada para pagar la culpa de todo el mundo, y aunque hay un gran número que rechaza Su redención, también hay, por Su gracia, muchos que creen en Él y son salvos por tal fe. “Marquen especialmente el versículo donde Cristo dice: El Hijo del Hombre ha venido a dar Su vida en rescate por muchos.

Porque este versículo enseña... del perdón de los pecados, y cómo podemos obtenerlo. Con nuestras obras y méritos estamos perdidos; porque le debemos a Dios una suma tan grande que nos es imposible pagarla. ¿Cómo podemos entonces deshacernos de la culpa? De ninguna otra manera sino que nuestro amado Señor Jesucristo acepta nuestra culpa y toma nuestros pecados de nosotros y los pone sobre Su espalda y sufre la muerte, que habíamos ganado por nuestros pecados, para que pudiéramos ser libres y liberados de la muerte. "

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