Y se levantó una gran tempestad de viento, y las olas golpearon contra la nave, de modo que ahora estaba llena.

Fue en la tarde del día en que Cristo había enseñado al pueblo ya sus discípulos en tantas parábolas. Probablemente estaba muy cansado por el esfuerzo de hablar durante muchas horas y deseaba descansar unas horas. Entonces propuso a sus discípulos que cruzaran al otro lado del lago. Estaban con Él en la barca que había usado como plataforma para hablar y fácilmente podían llevar a cabo esta intención, al menos mucho más fácilmente que intentar romper el muro de humanidad sólida en la orilla.

Simplemente dejaron atrás a la gente mientras izaban velas y se alejaban de la orilla. No hubo retraso, pero tampoco ninguna disposición especial para el viaje. Así como estaba, sin alimento ni refrigerio de ninguna clase, lo llevaron consigo. Aun así, había algunos botes pequeños que acompañaban a los suyos. Habían avanzado una cierta distancia cuando una tormenta parecida a un tornado estalló sobre el lago, un fenómeno que no era de ninguna manera inusual en el profundo valle y la depresión en forma de caldera del lago.

De todos lados las olas se precipitaban sobre la barca, subiendo tan alto que caían sobre ella y así llenándola de agua muy rápidamente. Era una verdadera crisis, y una que podía hacer que el corazón del marinero más fuerte y experimentado se estremeciera de miedo.

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