Él les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Ve y mira. Y cuando supieron, dijeron: Cinco, y dos peces.

En esta historia, como en muchas otras, el Espíritu Santo ha permitido que el evangelista registre las partes de la conversación que recordaba. La hora había avanzado mucho, era tarde en el día, cuando los discípulos creyeron que era su deber intervenir y recordar al Maestro la necesidad de cuidar también el cuerpo. Hay cierta impaciencia contenida en el discurso a Jesús: El lugar está deshabitado y la hora avanzada.

Él debe despedirlos; podían ir a las granjas ya los pueblecitos situados en un radio de algunas millas y comprarse algo para comer. Jesús aprovecha la oportunidad de probar su confianza en su capacidad para ayudar en esta emergencia. Les insta a cuidar de los invitados no invitados; mediante hábiles preguntas, saca a relucir el hecho de que han estado calculando el número de panes que podrían comprarse por doscientos denarios (entre treinta y tres y treinta y cuatro dólares), que han encontrado que las provisiones disponibles ascienden a cinco panes de pan y dos pescados. La preocupación de los discípulos ante la indagación de Jesús es esclarecedora porque muestra la debilidad de su fe.

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