Pero cuando los fariseos lo vieron, le dijeron: He aquí, tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en el día de reposo.

Los maliciosos buscadores de fallas hicieron deliberadamente una montaña de un grano de arena e interpretaron la acción con su habitual intolerancia. El arrancar para ellos se convirtió en siega, y el frotarse con las manos para quitarles las cáscaras de los ojos se convirtió en trillar. No se cometió ningún mal ni siquiera desde el punto de vista de la interpretación más estricta de la Ley judía. Pero los fariseos así lo interpretaron y se ofendieron, acusando de paso a Cristo como cómplice por permitir el sacrilegio. La respuesta de Cristo:

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