Fariseo ciego, limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera quede limpio.

Imagen tomada del conocido rigor de los fariseos en cuanto a los lavados y purificaciones prescritos por la ley. En todas estas formas externas, también en los preceptos relacionados con el comer y el beber, se cuidaron de mantener una apariencia inmaculada ante los hombres. Pero de paso los resultados del robo y la incontinencia llenaron sus bolsillos. En la verdadera pureza es esencial que primero se limpie el interior del plato y la copa; la pureza del exterior seguirá como algo natural.

No puede haber verdadera piedad, ni verdadera rectitud de vida, a menos que primero se renueve el hombre interior. La conversión debe preceder a la santificación. Una persona puede entrenarse para observar la apariencia externa de la forma adecuada e incluso de las virtudes cristianas, pero sin un cambio de corazón todo esto no sirve de nada. “Él dice: Por fuera todo está tan limpio que no podría estar mejor. Pero ¿cómo está en tu corazón? No habla de la copa o del plato, sino del corazón que está lleno de inmundicia.

Él no rechaza su pureza por completo. Porque debían limpiar en primer lugar lo que había dentro. Esta pureza que no solo observáis, sino que también enseñáis, cuando pensáis que si el vestido de púrpura está cepillado, y todo, la cama y el vestido, está limpio, esa es vuestra justicia, y no impidáis esta pureza, sino que incluso la enseñéis, y todavía están por dentro llenos de robo, devoración, inmundicia, y aún defienden esta doctrina y esta vida. ¡No puede ser pecado que robes y robes todo lo que tienen de los pobres!”

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