Entonces Hanún tomó a los siervos de David, y los rapó, y les cortó los vestidos por la mitad, a la altura de las nalgas, y los despidió.

Los afeité, no completamente, sino sólo la mitad de la cara. Esta falta de respeto a la barba, y la exposición indecente de sus personas al cortarles la ropa desde el cinturón hacia abajo, fue la indignidad más grosera a la que los judíos, al igual que todos los orientales, podían estar sujetos. No es de extrañar que los hombres sintieran vergüenza de aparecer en público, que el rey les recomendara que permanecieran recluidos en la frontera hasta que la marca de su desgracia hubiera desaparecido, y luego podrían, con propiedad, regresar a la corte.

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